Por : Pablo Bermúdez
Estamos viviendo ya el cuarto año de la segunda década del siglo XXI, y sin embargo, muchos ejecutivos, directores de empresas, gobernantes, ministros y políticos parecen haberse quedado estancados en el milenio pasado. En efecto, no solo hemos cambiado de siglo y milenio: hemos sobretodo, cambiado de era.
Hemos dejado atrás a la primera, la segunda y la tercera Revolución Industrial y desde aproximadamente el principio, de este, el tercer milenio, vivimos en la que es reconocida como la Era de la Información o Era del Conocimiento.
Quedan aún, y probablemente perdurarán por mucho tiempo varios de los conceptos, principios y modelos que caracterizaron e hicieron posible la Revolución Industrial, como las industrias, la explotación de materias primas, el transporte basado en hidrocarburos contaminantes, la explotación indiscriminada del hombre y del planeta, etc.
Sin embargo, incluso aquellos anacrónicos defensores de una era que se resiste con uñas y dientes al cambio vienen lentamente entendiendo (ante la abrumadora cantidad de evidencia, presión de consumidores y público, y nuevos comportamientos de los mercados y las sociedades) que o comprenden, respetan, adoptan y se alinean con las nuevas reglas de juego de la Sociedad de la Información, o se extinguirán indefectiblemente, bien sea por las propias reglas del mercado o por el repudio de una sociedad que castigará a aquellos que no aprendan a respetar los principios de esta nueva “Conciencia Global.”
La era de la información, al interconectar en tiempo real a miles de millones de personas, construye una nueva forma de conciencia que nace en nichos, se expande a grupos, cobra conciencia nacional y suele incluso transformarse en conciencia global en la forma de patrones de consumo, modas, tendencias, trending topics, memes, vídeos en Youtube o noticias virales, posiciones de protesta en incluso hasta revoluciones como la Primavera Árabe, el movimiento “Occupy Wall Street” o la creación de una conciencia global que tiende a ser social y ambientalmente responsable y que castiga duramente todo tipo de corrupción.
La era de los caudillos inescrupulosos ha llegado a su fin, y ni políticos despiadados y corruptos ni las grandes vacas sagradas corporativas sin escrúpulos lograrán resistir el embate de esta nueva conciencia global, una conciencia que sólo es dable en una sociedad en red que empieza a funcionar como un organismo individual e indivisible formado por el pensamiento y la posición del colectivo de personas interconectadas.
Los mensajes y la información viajan en tiempo real relacionándonos en forma similar a como lo haría un gran cerebro: cientos de miles de millones de impulsos eléctricos, recogiendo los acontecimientos, sentimientos y pensamientos de miles de millones de personas esparcidas por todo el mundo, conectándose, conversando, informándose, fotografiando y filmando, opinando, expresándose y protestando… Generando corrientes de opinión que derriban dictaduras, que acaban con tiranías, que acaban con el yugo de la gran corporación sobre el hombre, donde una voz de miles de millones de voces le grita a los obsoletos modelos de control que somos consecuentes con estos tiempos, que ya no nos pueden engañar, que ya no nos pueden mentir, que ya no pueden seguir ocultándonos su oscura verdad, que la fuerza de todos está en uno, que somos capaces de inflamar revoluciones con un tweet.
Esa es la nueva Sociedad de la Información, la Sociedad de la Conciencia Global. Es hora de derribar muros.
Pablo Bermúdez
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